El eco negro

Aparcaron delante de la casa de Eleanor Wish, una vivienda realquilada a dos manzanas de la playa, en Santa Mónica. Mientras entraban, ella le confesó a Bosch que, aunque vivía muy cerca del océano, si quería verlo, tenía que salir al balcón de su dormitorio y estirar el cuello hacia Ocean Park Boulevard. Desde allí se divisaba un trocito del Pacífico, entre las dos torres de apartamentos que hacían guardia frente a la costa. Desde aquel ángulo, comentó ella, también se veía el dormitorio del vecino de al lado. Su vecino era un actor de televisión ahora pasado de moda y convertido en camello de poca monta que no hacía más que traerse mujeres a casa, lo cual, según Eleanor, estropeaba un poco la vista. Una vez dentro, le dijo a Bosch que se sentara en la sala de estar mientras ella preparaba la cena.

—Si te gusta el jazz, ahí hay un CD que acabo de comprar. Aún no he tenido tiempo de escucharlo —sugirió ella.

Bosch se dirigió a la cadena, que estaba metida en una estantería rodeada de libros y seleccionó el nuevo disco. Al ver que se trataba de Falling in love with jazz de Sonny Rollins, sonrió, porque él también lo tenía en casa. Era un buen punto en común. Bosch abrió la caja, puso el CD y empezó a curiosear por la sala. Los muebles estaban decorados con telas de colores pastel y, delante de un sofá azul claro, había una mesa baja de cristal con varias revistas de decoración y libros de arquitectura. Todo estaba limpio y ordenado. En una pared junto a la puerta, Bosch reparó en un cuadrito con las palabras «Bienvenidos a esta casa» bordadas en punto de cruz. En una esquina descubrió la firma «EDS 1970» y se preguntó qué querría decir la última letra.

Bosch descubrió otra afinidad con Eleanor Wish cuando se volvió y vio, en la pared donde estaba el sofá, una reproducción en un marco negro de Aves Nocturnas, de Edward Hopper. Aunque Bosch no lo tenía en casa, conocía el cuadro y a veces pensaba en él cuando se hallaba inmerso en un caso o en una vigilancia. Había visto el original en Chicago y lo había contemplado durante casi una hora. Un hombre callado y misterioso, sentado en la barra de un café, está mirando a otro cliente muy parecido a él. La diferencia reside en que el segundo está con una mujer. De algún modo Bosch se identificaba con el primer personaje. «Yo soy el solitario —pensó—. El ave nocturna». Se dio cuenta de que el cuadro, con sus tonos oscuros y sus sombras, no pegaba en aquel apartamento. Su negrura contrastaba con los colores pastel de la habitación. ¿Por qué lo tenía Eleanor? ¿Qué veía en él?

Crédito:

Libro: El eco negro

Autor: Michael Conelli

Estracto

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